La droga ha sido elevada a la condición de mal puro, de mal materializado. El mal deja de ser, entonces, algo de índole moral y espiritual, y se convierte en una sustancia que se puede medir y pesar, que puede y debe ser perseguida físicamente. Hay que encontrarla y destruirla, mediante la policía… Esa es una solución atractiva por cómoda, pues soslaya las preguntas sobre la salud moral y espiritual de una sociedad que induce a tantos, sobre todo de las minorías étnicas y de la juventud desorientada, a la autodestrucción