“Hace varios años, cuando Centroamérica sufría guerrillas y contraguerrillas, participé en una reunión de gente de Iglesia, en un país que no interesa precisar. De manera marginal al propósito del encuentro, recordamos a los mártires: religiosas, presbíteros, obispos, delegados de la Palabra, catequistas hombres y mujeres. Recuento de muertos y recuento de santos. En mi condición de costarricense, no pude aportar ningún nombre y no faltó un comentario fácil sobre nuestra acomodada Iglesia. Sin entrar a discutir el último concepto, expresé que esta Iglesia particular no tiene una historia de mártires porque ostenta una historia de catolicismo social, porque ha sabido intervenir en la legislación y, más importante aún, en las mentalidades de buen número de políticos, sindicalistas y empresarios, con el resultado de cierta paz y armonía sociales y el consiguiente ahorro de sangre y lágrimas. Quizás el nuestro sea el único país latinoamericano no lacerado por la guerrilla”.